Por supuesto, mi inexperiencia y juventud no entendía como podían ir con esas enormes hombreras, aquellos cardados peluqueriles y peor aún, esa bisutería que todo lo que tenía de sobredimensionada, lo poseía a su vez de dorado, perlados, colores y brillos fastuosos.
Con el paso del tiempo, y a juzgar por la tendencia, empezaron a seducirme los bolsos acolchados, las cadenas en ellos, las perlas falsas que además se notan que son falsas y demás detalles faranduleros. Y sí, por mucho que utilice el eufemismo "hombros estructurados", he de decir que me gustan las hombreras. Que soy una de tantas adeptas a las últimas colecciones de Balmain, que incluso porto estilismos de parecida guisa y mejor aún, que estoy dispuesta a llevas hombreras (revisadas por supuesto!!!) y maxijoyas rescatadas del baúl de los recuerdos.
Y es que mi hermana Eva ha sido siempre una visionaria en esto del look ochentero, agradecida he de estarle por haber guardado cada uno de esos detalles, a excepción de aquel bolsos con cadenas y tachuelas del que renegué más de tres veces y que ahora estaría encantada de lucir.
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