lunes, 2 de marzo de 2009

La violencia de la moda


¿Cuántas veces paseando nos hemos encontrado con la mirada fija y escrutadora de un interlocutor insolente? Para quienes gozamos plantarnos una pamela veraniega con tanta naturalidad como un japonés un kimono o sor maría un hábito, es molesto hasta la agresión el sentirnos observados como animales de feria (los mismos derechos compartimos La mujer barbuda y yo). Para quienes gustan ponerse un chándal y calzarse unas deportivas como si de unos Melissa se tratase también tiene que ser harto partepelotas ser juzgados como outsiders del buen gusto. Para quienes no les apetece afeitarse en días, meses, años y son increpados como extraños seres mitológicos, también resultan falaces e impertinentes las licencias que el prójimo, ignorante y corto de miras se permite. ¿Qué sentido tiene que algo tan natural como puede ser un jersey, una falda o unos leotardos pueda generar en el de enfrente comentarios ofensivos o burlas fuera de lugar? Es que los que se erigen en jueces de lo que es normal y lo que es payasístico no tienen espejos en casa. No tienen ese pequeño motor que huye de prejuicios y apuesta por la empatía.

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra... Y como todo lo que nos horrorizaba en el pasado vuelve pisando fuerte me apunto al blazer oversize. Modeleando que son dos días!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y la de veces que tu te has metido con mi ropa???!!!!
joserrat

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